Equipo de CCINFO
Siempre tenemos expectativas, tanto en nuestra vida personal como en la profesional y sin importar si los proyectos son grandes o pequeños.
La brecha que existe entre lo que esperamos y lo que realmente nos pasa se conforma por nuestra necesidad de que ese algo ocurra de una manera determinada y de cómo nos sentimos en ese momento.
Muchas veces confundimos nuestras expectativas con la confianza, pero en realidad están más cercanas al control que a la confianza. De manera que si confiamos, el control disminuye, lo que en realidad no ocurre con las expectativas.
Las expectativas representan la ilusión, por ejemplo, cuando comenzamos en un nuevo empleo, tenemos expectativas de que este lugar será especial, mejor que en otros lugares que hemos trabajado, y a veces es así, pero en otras ocasiones las cosas no salen como lo planeamos.
Por eso, muchas veces las expectativas son fuente de angustia, temor, miedo al fracaso, o sea, a no alcanzar la meta establecida, no obstante, estos sentimientos pueden disminuirse bajando las exigencias.
Las expectativas surgen como nuestro juicio interno, el cual se basa en creencias. Por ese motivo, muchas veces, surgen el dolor y la decepción que producen frustración.
Muchas veces culpamos a los demás por nuestra falta de resultados; es por eso que victimizan a la persona que elegimos para tal fin descargando en ella nuestros enojos, rabia y angustia.
Aquellas expectativas que no se cumplieron resurgen en un año nuevo, como una asignatura que ha quedado pendiente y que se debe alcanzar.
Además, la cercanía de un año nuevo nos mueve a hacer un balance retrospectivo de lo que hemos hecho y de las cosas que no pudimos concluir. Esa reflexión nos empuja a alcanzar en ese nuevo año todo lo que deseamos, a veces lo logramos, otras, en cambio, volvemos a fracasar y el ciclo se reinicia.
La verdad es que quejarnos no nos ayuda a mejorar o a avanzar, pero sí perjudica a nuestro entorno. Las personas se cansan de nosotros, de que continuamente creamos un mal ambiente laboral.
La verdad es que no podemos esperar a que las cosas pasen. Debemos ser los protagonistas y hacer que las cosas pasen; buscar la forma de que todo sea como queremos que sea sin necesidad de molestar a los demás.
Algunas preguntas, quizá, nos ayudarán a encontrar el camino correcto:
- ¿Qué espera alcanzar este nuevo año?
- ¿Su expectativa es nueva o es una que no logró materializar?
- ¿Se compromete de versas para alcanzarla?
- ¿Qué obstáculos deberá superar para lograrlo?
- ¿Es responsable de sus acciones o culpa a su entorno de no alcanzar lo que desea?
La medida de nuestro desengaño es en relación a las expectativas que nos planteamos. En los trabajos esto ocurre continuamente y para evitar conflictos mayores debemos entender que si no nos esforzamos para alcanzar aquello que deseamos no tenemos derecho de culpar a los demás si no lo conseguimos.